Siendo parte de un sistema educativo en crisis, con fuertes fallas que contribuyen cada vez más a ampliar las brechas entre la educación pública y privada. Una de las mejores cualidades de nuestro país era la educación, la educación pública, de todos; la que significaba una puerta a un buen futuro, a la formación de mejores personas. Es increíble como se ha perdido la esperanza en que la educación puede mejorar nuestra calidad de vida, que nos puede permitir crear nuestro propio futuro, trabajar en lo que a cada uno le guste. Esa esperanza que llevaba consigo la lucha de progreso en la mayoría de los estudiantes.
Hoy gran parte de los jóvenes se preguntan ¿de qué me sirve estudiar?, mejor voy a trabajar y ahí viene todo el tema de deserción, cada vez mayor que vive nuestro país. Las fallas en la enseñanza son parte de las causas de la deserción. La clave está en volver a incentivar a los jóvenes, demostrándoles que sí sirve estudiar, que sí los va a preparar para un futuro mejor, que sí va a influir en su calidad de vida y fundamentalmente que son parte de ella. La participación juvenil es esencial, significa formar parte del sistema. Pero no solo da con re-insertarlos al sistema, se necesita transmitir motivación y ganas de ser parte de ese sistema, sino la “ re-inserción” va a fallar en cuestión de poco tiempo.
Que los jóvenes vean el finalizar sus estudios- aunque sea liceales- como una meta y se preocupen por la situación de la educación actual, es un gran paso.
Seguro que ser escuchados y recibir las respuestas que solicitan, tan sólo eso ya va a significar una mejora.
La unión y ganas de mejorar pueden cambiar la realidad de la sociedad.
Porque los jóvenes seremos el futuro pero hoy formamos parte del presente.
Tener incidencia en las decisiones que se toman sobre nuestro presente y futuro es tarea de todos
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